23 de Agosto: Día del Éxodo Jujeño

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“La deserción es escandalosa – escribe al gobierno – y lo peor es que no bastan los remedios para convencerla, pues ni la muerte misma la evita: esto me hace afirmar más y más en mi concepto de que no se conoce en parte alguna el interés de la patria, y que sólo se ha de sostener por fuerza interior y exteriormente”.

Esto escribía Manuel Belgrano en una carta dirigida al entonces Jefe Supremo Bernardino Rivadavia, el Ejercito del Norte vivía una gran crisis en todos los apartados posibles luego de la estrepitosa derrota de Suipacha.

El Ejercito del Norte, cuerpo militar histórico de nuestro país e importantísimo durante la Guerra de la Independencia al ser el encargado de detener el avance realista desde el Alto Perú estaba en ese entonces a cargo de Juan Martín de Pueyrredon quien había recibido el cargo de las manos de Juan José Castelli. Belgrano escribe acerca de la situación angustiante que sufrían las fuerzas patriotas lo siguiente:

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“Siempre me toca la desgracia de que me busquen cuando en enfermo ha sido atendido por todos los médicos y lo han abandonado. ¿Se puede hacer la guerra sin gente, sin armas, sin municiones, si pólvora siquiera? Usted me ha ofrecido atender a este ejército: es preciso hacerlo y con la celeridad del rayo, no por mi, pues al fin mi crédito es e poco momento, sino por la patria.”

Entonces la tarea de Belgrano es agotadora ya que, debe encargarse el de disciplinar a los soldados, abastecer el ejercito, reorganizar los cuadros militares, dar ánimos a la población, etc. Belgrano entonces cumple esta empresa a la perfección, muestra de el incansable trabajador y patriota que fue se puede ver reflejada en este extracto escrito por el Coronel Lorenzo Santiago perteneciente al Ejercito del Norte durante ese momento.

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El general Belgrano, hombre de orden y de más capacidades que todos los que hasta entonces se nos habían presentado, restableció muy luego en el ejército la moral, sujetándolo, á costa de ejemplares sacrificios, á una estricta subordinación y disciplina. Pudo restablecer en regular forma una provisión y un hospital, una maestranza, una academia práctica, un cuerpo de ingenieros y un tribunal militar; pasaba revistas diarias, y como todo lo examinaba por sí mismo, juzgaba de las cosas con pleno conocimiento, y remediaba oportunamente los males.

El general Belgrano, el único indicado para salvar la Patria en aquellas circunstancias, aparecía en todas partes como el ángel tutelar, trabajando sin descanso, rondaba el ejército de día y de noche, para imponerse de todo lo que podía ocurrir, se puede decir que nada se ocultaba á su celo y vigilancia: de modo que cuando recibía un parte, ya él estaba en los antecedentes de lo sucedido. Los soldados del ejército, no podían clasificar mejor el mecanismo y escrupulosidad del General, que llamarle el chico majadero, el curioso bomberito de la Patria.

Hombre de orden, es una forma muy correcta de describir a Belgrano, al menos durante esta etapa de su carrera militar, la disciplina fue muy importante para la reorganización del ejercito, aplico el rigor militar sobre todas las personas, ejemplo de eso es como ordeno al obispo de Salta salir en 24 horas para interceptar a Goyeneche (jefe realista), también aplicaba castigos graves llegando al fusilamiento sobre quienes “por sus conversaciones o por hechos, atentara contra la causa sagrada de la Patria, sea de la clase, estado o condición que fuese; a los que imperasen desaliento.”

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Sabiendo que se acercaban tiempos turbulentos en la provincia Belgrano envió a Antonio González Balcarce que oficiaba de Jefe de Vanguardia a Humahuaca, y estudiar la posibilidad de ayudar a los patriotas de Cochabamba frente al avance de la armada realista, mientras tanto Belgrano hacia bendecir la bandera nacional en la catedral de San Salvador de Jujuy, con el objetivo de contagiar a los ciudadanos jujeños de sentimiento patriótico.

La defensa de Cochabamba fracasó , la milicia ibérica avanzaba destruyendo todo a su paso, entonces Belgrano juzgando correctamente que la victoria frente al ejercito de Goyeneche era imposible en  las condiciones que se encontraba el Ejercito del Norte, decide realizar un éxodo hacia el Tucumán, abandonar las casas, quemar los cultivos, conservas, animales y alimentos que no puedan ser trasladados para que el ejercito realista se encuentre con una ciudad arrasada sin lugar para descansar, ni alimentos para proveerse.

El comienzo del Éxodo

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El 29 de Julio de 1812 dentro del Cuartel General de Jujuy, Manuel Belgrano escribiría el siguiente bando:

Pueblos de la Provincia: desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, en que se halla interesado el Excelentísimo Gobierno de las Provincias Unidas de la República del Río de la Plata, os he hablado con verdad. Siguiendo con ella os manifiesto que las armas de Abascal al mando de Goyeneche se acercan a Suipacha; y lo peor es que son llamados por los desnaturalizados que viven entre vosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud.

En este primer párrafo hace referencia a su persona poniendo en valor su trabajo personal buscando generar confianza con los ciudadanos, luego de esto habla acerca de la situación del ejercito realista, y acusa a parte de la oligarquía local de acordar con la avanzada española a cambio de que respeten sus propiedades.

Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reuniros al Ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser libres, trayéndonos las armas de chispa, blancas y municiones que tengáis o podáis adquirir, y dando parte a la Justicia de los que las tuvieren y permanecieren indiferentes a vista del riesgo que os amenaza de perder no solo vuestros derechos, sino las propiedades que tenéis.

Hacendados: apresuraos a sacar vuestros ganados vacunos, caballares, mulares y lanares que haya en vuestras Estancias, y al mismo tiempo vuestros charquis hacia el Tucumán, sin darme lugar a que tome providencias que os sean dolorosas, declarándolos además si no lo hicieseis por traidores a la patria.

Labradores: asegurad vuestras cosechas extrayéndolas para dicho punto, en la inteligencia de que no haciéndolo incurriréis en igual desgracia que aquellos.

Comerciantes: no perdáis un momento en enfardelar vuestros efectos y remitirnos e igualmente cuantos hubiere en vuestro poder de ajena pertenencia, pues no ejecutándolo sufriréis las penas que aquellos, y además serán quemados los efectos que se hallaren, sean en poder de quien fuere, y a quien pertenezcan.

Belgrano elogia el valor de los ciudadanos, e invoca el deseo de libertad de los civiles para el gran pedido que les haría a continuación. El siguiente párrafo hará referencia a como serán las normas durante el éxodo, este esfuerzo tan grande que todos tendrán que realizar, es en aquellos de corazón débil una invitación a la traición y el abandono, para evitar esto aplicará lo siguiente.

Entended todos, que al que se encontrare fuera de las guardias avanzadas del ejército en todos los puntos en que las hay, o que intente pasar sin mi pasaporte será pasado por las armas inmediatamente, sin forma alguna de proceso. Que igual pena sufrirá aquel que por sus conversaciones o por hechos atentase contra la causa sagrada de la Patria, sea de la clase, estado o condición que fuese. Que los que inspirasen desaliente estén revestidos del carácter que estuviesen serán igualmente pasados por las armas con solo la deposición de dos testigos.

Que serán tenidos por traidores a la patria todos los que a mi primera orden no estuvieren prontos a marchar y no lo efectúen con la mayor escrupulosidad, sean de la clase y condición que fuesen.

El bando terminará en una expresión de fe y confianza que Belgrano tiene hacía los patriotas que conforman el ejercito, y quienes no dudaron abandonar sus propiedades materiales, dejando atrás el hogar de sus recuerdos con el crujir de las cenizas por debajo de sus pies.

No espero que haya uno solo que me dé lugar para poner en ejecución las referidas penas, pues los verdaderos hijos de la patria me prometo que se empeñarán en ayudarme, como amantes de tan digna madre, y los desnaturalizados obedecerán ciegamente y ocultarán sus inicuas intensiones. Más, si así no fuese, sabed que se acabaron las consideraciones de cualquier especie que sean, y que nada será bastante para que deje cumplir cuanto dejo dispuesto.

El 23 de Agosto de 1812 el pueblo jujeño partiría abandonando la ciudad, Manuel Belgrano fue el ultimo en partir cerca de la medianoche de ese domingo, quería verificar que no quede nada ni nadie en el pequeño centro urbano, también fue encargado de proteger la retaguardia durante el inicio de la expedición.

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El combate en la retaguardia estaba a cargo del General Eustaquio Diaz Velez quien comandaba la milicia de Patriotas Decididos, habían viajado hasta Humahuaca desde donde volvieron con la noticia del avance realista, durante su trabajo como Jefe de la defensa de retaguarda del éxodo recibe apoyo de Juana Azurduy, y Manuel Ascencio Padilla, restablece la comunicación con Belgrano a fines de agosto de 1812 y le avisa del avance de las tropas realistas, frente a esto se decide reforzar la retaguardia con infantería y artillería.

La retaguardia también era el campo de batalla que dominaba el valiente militar Antonio Gonzalez Balcarce quien en un futuro sería segundo general de San Martín en las batallas de Cancha Rayada y Maipú, y años despues sería Jefe del Ejercito de los Andes sucediendo al Garan General.

Acerca del abandono de la ciudad y el trabajo de ambos soldados de la patria habla el coronel Lorenzo Santiago en su biografía.

El general Belgrano, esperó con resolución los últimos instantes, destacado, ó en franqueza diré mejor, en los suburbios de la ciudad de Jujuy. Se puede decir, que un exceso de delicadeza, honor y aun un cierto despecho patriótico, le hicieron adoptar el riesgoso plan de retirarse al frente del enemigo con el ejército en masa, cubriendo la retaguardia de las familias de Jujuy y Salta que emigraban con nosotros; ejército y familias, con pequeños intérvalos, formábamos á la vez una sola columna. El enemigo entraba á la plaza cuando nuestro ejército desfiló en retirada, cubriendo sus espaldas con reforzadas guerrillas, que á pesar de las ventajas del local y los esfuerzos que hacíamos, no éramos suficientes para contener á un enemigo que con dobles fuerzas nos perseguía con tenacidad sin dejarnos descansar: nuestra retirada llegó á ser tan apurada, que tuvimos que pasar por muchos momentos de conflicto y desesperación; entretanto el general Belgrano, recorria la columna de punta á cabo, dando órdenes que se habían de cumplir bajo pena de la vida, mientras que los valientes Díaz Velez y Balcarce sostenian la retirada del ejército y las familias, peleando dia y noche con la vanguardia enemiga.

Grave situación en la que se encontraba el ejercito patriota, apresurados por el avance enemigo, sufren lamentables episodios que desalentarían aún más al esforzado cuerpo militar argentino. (Extracto de la biografía del Coronel Lorenzo Santiago)

Al pasar por Cobos y el Campo Santo, un imprevisto acontecimiento nos puso en conflicto, en el acto mismo que se ejecutaba la orden de fusilar dos soldados que se habían desviado de la columna con ánimo de desertar: hizo una tremenda explosión una carreta de municiones que se incendió de un modo inaveriguable: este fatal incidente, que en breves instantes llegó á noticias del enemigo, fué para nuestros soldados una señal de mal agüero que acabó de desalentarlos, y como por una precisa coincidencia, la persecución del enemigo, desde ese momento fué más activa, más tenaz y ofensiva, al paso que nuestra retirada se hacía más enérgica; ni ellos ni nosotros pudimos tener un descanso de dos horas completas, en el espacio de sesenta y más leguas andadas en cinco ó seis días con sus noches, dejando muchas veces reses carneadas en el camino, que el enemigo las aprovechaba, porque nosotros no teníamos tiempo para asar carne.

Combate del Rio Las piedras.

El Éxodo Jujeño se encontraría con su primer gran batalla durante el intento de cruzar el Rio Las piedras con la menor cantidad de perdidas posible. Esta batalla se dio en un momento sumamente difícil, las tropas se encontraban desmoralizadas, la niebla de la angustia inundaba los corazones de todos aquellos quienes día y noche sin parar caminaban hacia adelante en busca de un poco de paz que se les era negada por el avance igual de veloz de aquellas tropas que les perseguían sin cansancio ni intenciones piadosas una vez alcanzasen a su presa. El General Belgrano hace gala de su temple durante esta situación donde manda a fusilar a dos soldados, y castigar a varios oficiales que habrían atentado contra los intereses de la patria. El Coronel Santiago escribe sobre este combate lo siguiente:

Al llegar al río de las Piedras, la vanguardia enemiga venía interpolada con la retaguardia nuestra, el excesivo calor, el viento, la humareda de los pajonales que nuestros gauchos les prendían fuego por ambos costados del camino, el polvo y la gritería de los enemigos que nos perseguían en barullo, sin que nada pudiesen contenerlos, hacían más completo el desórden y confusión de aquella mañana, algunas carretas de las de nuestros emigrados, cargadas de intereses, habían caído en manos del enemigo, varias guerrillas nuestras habían sido derrotadas y algunas hechas prisioneras. Deshecha nuestra retaguardia, cansada de fatiga, sueño y hambre, no podía contener ya á un enemigo que al cebo de tantos acontecimientos desfavorables á nosotros, se lanzaba encarnizado sobre nuestro ejército, como á sorberlo: nuestra pérdida era ya de mucha consideración y todo presagiaba una cierta é inevitable derrota.

Comprometido Belgrano á una acción forzosa, se vió en la precisión de tomar el único y último partido; ganó con la velocidad que exigían las circunstancias y sin vacilar, la costa del río, y destacó en el mismo paso dos baterías que sirvieron de base á la formación del ejército, que aprovechando todas las ventajas del local, prolongó una línea de batalla que en apariencia cuadruplicaba nuestro número: Belgrano corría como una exhalación á todas partes y atrincherando su línea, ya en las carretas, ya en los árboles y tupídos bosquecillos situados á la ribera del río, aseguró completamente los flancos del ejército; proclamó en muy pocas palabras, y dando orden de pena de la vida al que eche un pié atrás, esperó con firme resolución la numerosa vanguardia enemiga, que venía envanecida, pero en desórden, confundida con nuestra retaguardia entre el polvo y la gritería; el fuego de una de nuestras baterías despejó nuestro frente y el de ellos, y llegó el momento de vernos las caras en formal combate.

Emigrados de Jujuy y Salta, peones de servicio, comerciantes y cuantos más venían á la par del ejército, todos tomaron parte en aquel glorioso lance que dió vida á la patria. El enemigo, completamente ofuscado, huía en desordenados trozos, sin mirar en lo que dejaban atrás; fué perseguido con el mayor rigor el espacio de una legua, dejando en todo el camino muchos despojos, prisioneros, heridos y cadáveres; más de cien prisioneros de los nuestros lograron escaparse, rescatamos las carretas que poco antes nos habían tomado, y por último pudimos recuperar en mucha parte nuestras pérdidas.

A las cuatro de la tarde, el ejército descansaba victorioso: desde ese feliz momento las cosas habían tomado un aspecto enteramente diverso, el triunfo hizo desaparecer de golpe la fatiga, el cansancio, el hambre, la sed y el desaliento; en aquellos momentos de alegría inexplicables, no se pensaba más que en las glorias de la patria. 

Al entrarse el sol, Belgrano mandó formar el ejército y pasó una ligera revista. Llamó por sus nombres á los que murieron en esa mañana: «no existen, dijo, pero viven en nuestra memoria, están en el cielo dando cuenta á Dios de haber derramado su sangre por la libertad.» Felicitó á todos dando las gracias, llenó de aplausos á los soldados, y despachando con anticipación todo lo que podía sernos embarazoso, quedó expedito para moverse cuando quisiera. Los soldados habían tomado ración doble, hicieron sus fiambres y quedaron listos.

Este combate del 3 de septiembre de 1812 terminaría con la vida de Pio Tristan jefe de la vanguardia realista, el triunfo significaría un gran cambio en la moral de los patriotas, sería la antesala de la batalla de Tucumán destino que alcanzarían sin mayores inconvenientes debido a lo conseguido en esta combate histórico, las perdidas habrían sido de un total de 2 oficiales, 58 soldados, cuarenta prisioneros y ciento cincuenta fusiles.

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Belgrano entendía la importancia del Ejercito del Norte, y de los militares en general, aquellos valientes que ponían en juego su vida en pos de la independencia recibirían doble ración aún en momentos de vacas flacas, importancia que los altos mandos porteños ignoraban, no servía a sus intereses, gran indignación tuvo Belgrano con el estado del Ejercito que se le fue dado, esto deja asentado en una de las cartas que escribe una vez llegado a Tucumán.

La desnudez no tiene límites: hay hombres que llevan sus fornituras sobre sus carnes, y para gloria de la Nación hemos visto desnudarse de un triste poncho a algunos que los cubría para resguardar sus armas del agua y sufrirla con el mayor gusto

Digan lo que quieran los hombres sentados en sofás, o sillas muy bonitas que disfrutan de comodidades, mientras los pobres diablos andamos en trabajos: a merced de los humos de la mesa cortan, tasan, destruyen a los enemigos con la misma facilidad que empinan una copa (…) Si no se puede socorrer al Ejército, si no se puede pagar lo que este consume mejor es despedirlo

La gesta heroica que significa el Éxodo Jujeño debería ser motivo de orgullo de nuestro país, y más aún de nosotros jujeños, aquellos enfermos, e incluso lisados soldados que habrían disparado sus fusiles hasta con los dientes si la situación se los hubiera exigido, los comerciantes, ganaderos, madres, ancianos, niños, adultos trabajadores y lúmpenes que aún con dudas o sin ellas decidieron abandonar su hogar, ver reducidas a cenizas aquellos castres en los que tiempo pasado nacieran sus descendientes, o ellos mismo, hogares en los que supieron descansar, soñando con un futuro prospero y de libertad, las pequeñas plazas en las que forjasen sus primeras amistades, amores, o sus primeras cicatrices producto de juegos infantiles, risas y llantos impregnados en paredes y suelos que habrían de ser arrasados en pos de un futuro de independencia.

Cambiar un pequeño hogar diferente e injusto para cada uno por el deseo de un lazo que nos una a todos como iguales.